Goooool!!!
Cristian no podía creerlo, era el tercer día que sus intensos vecinos lo despertaban con la misma expresión, pero ahora era peor, ya no eran solo sus gritos, ahora eran también los silbatos, las cornetas y el inexplicablemente ensordecedor sonido de su nuevo televisor plasma, el cual, según Cristian no solo invadía el piso completo, si no todo el edificio.
Para no buscarse problemas con sus vecinos y repitiéndose a si mismo que esto no era más que una fiebre colectiva (síntoma de lo que para él era una enfermedad producida por los medios y llamada fútbol) que no duraría más de un mes; trató de olvidar el hecho de que le habían interrumpido el sueño, justo y cuando acababa de salir de un temido turno de veinticuatro horas de guardia en la empresa donde trabaja como agente de seguridad; se levanto, se sirvió su típico plato de cereal y su necesaria taza de café negro, cargado y sin azúcar y encendió su televisor (sintiéndose inmune a la avalancha mediática), diez minutos después otro gol, no pudo soportarlo más, simplemente no lo entendía.
Salió del apartamento y caminando por el pasillo se dio cuenta de que de cinco apartamentos que había en el piso, el suyo era el único que no albergaba una fiesta futbolística; se detuvo a esperar el ascensor, mientras lo esperaba, pensó en lo que planeaba hacer, quizás simplemente era un solterón desadaptado y con las defensas anti-futbolísticas anormalmente altas, quizás el que realmente estaba enfermo, era él, pero después de un segundo se dijo a sí mismo “claro que no”; finalmente se abrieron las puertas y se encontró con sus vecinos del sexto piso, para variar mostrando una considerable cantidad de síntomas de la enfermedad, carísimos suéteres y banderas de patrias ajenas y más de uno de aquellos, según él, globos firmes, es decir, balones.
-Buenos Días, Buenos Días Juan.
-Buenos Días, si ¿que desea?- respondió al fin el portero después de varios llamados, por supuesto, también estaba enfermo, ya Cristian comenzaba a entender que en el edificio solo él se salvaba de la epidemia, pero nada lo haría perder su propósito esa mañana.
-Vengo a poner una queja a la administración, los vecinos de 4-B están haciendo demasiada algarabía por todo este asunto del mundial y necesito que se les llame la atención.- Juan no parecía entender lo que acaba de decir o simplemente no sabía si de verdad lo había dicho o si estaba bromeando, Cristian no se molesto en aclararle nada, simplemente dio un profundo suspiro y salió del edificio.
Cristian no había caído en cuenta de que toda la ciudad estaba enferma, el heladero no venía helados, el peluquero no cortaba cabello, los restaurantes no vendían comida, todos veían fútbol, todos gritaban gol, parecían poseídos y el no lo entendía, no sentía aquel furor; y aquel desadapte social ya no le estaba gustando mucho, quería sentir el placer que los demás sentían al ver los partidos, de un momento a otro quiso enfermarse y solo él conocía el lugar perfecto para ser contagiado.
De pronto se encontró en la puerta del 4-B y lo que pasó durante los siguientes 45 minutos que duró el segundo tiempo, no lo recuerda, cuando volvió en sí, tenia puesto uno de aquellos suéteres que antes no se hubiera puesto, una bandana en la cabeza, una bandera en la mano y el síntoma más severo, un equipo favorito; era oficial, acababa de caer enfermo.
Con el paso de los días, solo se hizo más fanático del fútbol, según él, ya estaba encamado y a punto de caer en coma, tenía delirios de futbolista, los cuáles le habían causado la pérdida de un par de los vidrios de su ventana, ya que cada vez disfrutaba más su globo firme y más preocupante aún era el hecho de que alucinaba la tribuna celebrando sus goles, toda metida justo ahí en su pequeño sofá.
De repente un día, al tratar de meterle un gol de chilena al portero invisible del equipo contrario se golpeó muy fuerte la cabeza contra el piso del ahora oficialmente zona de contagio, el apartamento 4-A; aún tendido en el piso giró la cabeza a la izquierda y divisó su arma reglamentaria, recordó quién realmente era, un solterón agente de seguridad y apasionado de las armas, se percataba de que aquellas incesables ganas de patear el globo, no eran más que un síntoma de su enfermedad, se debía a sí mismo el buscar la cura, la cual según él, en realidad siempre conoció.
Así tomo toda la memorabilia mundialista y la botó a la basura, cerró las puertas, apago el radio y la televisión y se puso los tapones de oído, estaba seguro de que si no tenía contacto con la grotesca publicidad futbolística, se iba a curar en menos de una semana y nunca más sentiría la necesidad de que un país que ni siquiera conocía por fotografías, metiera un gol.
Al siguiente día y ya después de la peor parte de desintoxicación, sintió un hambre terrible y se levantó a comer algo, lo primero que vio en el refrigerador, fue la mitad de aquella deliciosa hamburguesa en forma de balón o mejor dicho, de globo firme, último rastro de la fiebre, no sintió ganas de comérsela, simplemente la tiró, al fin se había curado y volvía al punto de partida, no entendía porque era tan grande el efecto de un gol en tanta gente.
Se quitó los tapones de oído e inmediatamente escuchó que tocaban la puerta, abrió y era su vecino Lucas, del 4-C, lo invitaba a ver el partido en su casa, como ya un par de veces lo había hecho.
-Ya estoy curado,- Le contestó Cristian, Lucas no entendía por supuesto. –Ya me pasó la fiebre del futbol, me curé y tú podrías curarte también.- Lucas seguía sin entender, Cristian continuó: -Solo tienes que alejarte de la publicidad, nos atacan con sus mensajes subliminales y se hacen dueños de nosotros, nos quitan nuestro dinero, nos hacen irresponsables y nos enferman.- Lucas no pudo resistir más y soltó una estridente carcajada, pero Cristian continuaba ensimismado en sus ideas. –Podrías curarte, mírame a mí, estoy desfutbolizado- Lucas se dio la vuelta y camino hacía su apartamento. –Estas equivocado Lucas.- Gritó Cristian.
-No Cristian, tú estás equivocado.- Contesto el hombre. –El fútbol será una enfermedad para ti y para un par de personas más, pero para el resto del mundo el fútbol es PASIÓN y nos entristecería mucho dejar de sentirla, el fútbol no es una enfermedad y no es nuestra vida tampoco, pero definitivamente es parte ella y queremos que siga siendo parte de ella.- luego de contemplar sus rostros por un instante, ambos entraron a sus respectivos apartamentos, finalizando la conversación.
Finalmente Cristian entendió que a él simplemente no le gustaba el popular deporte, lo que no entendió muy bien fue de que a la mayoría si le gustaba, justo después de cerrar la puerta escucho un conocido grito en el 4-B, no pudo soportarlo, el solterón desadaptado inmediatamente redacto una queja por escrito en contra de todos sus vecinos y de paso del portero también y la envió a la administración del edificio.
Que no le gustara el fútbol estaba bien, pero que no entendiera que a los demás sí les gustaba, era pésimo.